jueves, 8 de marzo de 2012

A la lata, a latero


Cuando el siglo XVIII se estaba despidiendo, Napoleón ofreció un estímulo monetario al desarrollo que mejorara la conservación de los alimentos para el ejército. El premio se lo llevó Nicolas Appert, que ganó por los resultados de su experimento mediante la esterilización. Ochenta años más tarde ya existía maquinaria de fabricación automática de latas para envasar comida; los avances tecnológicos permitieron luego incluir bebidas pero, fue especialmente durante el primer tercio del siglo XX que la hojalata tuvo su consolidación.
La primera máquina litográfica para imprimir sobre este soporte fue desarrollada por Robert Barclay en 1875. Una vez vencida la licencia de patentamiento, otros pudieron hacer uso del sistema y la industria de las cajas metálicas tuvo un auge muy extendido también en rubros ajenos a la alimentación. Mediante la litografía se podía aplicar color en las planchas de manera rápida y económica a la vez que se incluían más detalles de diseño.
Estoy salteando mucha cronología pero quise indagar brevemente en el árbol genealógico de la lata como forma de packaging y de cómo llegó a mí esta hermosa cajita, no sólo por las riquísimas masitas que alguna vez tuvo, sino también por el exquisito diseño que la acompaña.