Josef Frank produjo algunas de las flores más alegres que conozco. Nacido en Austria en 1885, fue un arquitecto que se movió libremente en el diseño. Más de dos mil productos llevan su sello pero en los textiles brillaron con intensidad su ángel e imaginación.
Luego de un período en desgracia por criticar el extremismo de sus colegas y huyendo también del fascismo, emigró a Suecia en 1933. Svenskt Tenn se convirtió allí en su casa creativa. Alrededor de doscientas estampas redefinieron el diseño escandinavo con dibujos desbordantes de ritmo, una explosiva reconciliación con el Arts and Crafts y escenas que parecen tomadas de un libro de botánica. Al sistema formal de la Bauhaus, el modernismo y otras vanguardias contrapuso vibración, coincidencias y una perspectiva diferente del interiorismo: “La casa no tiene que estar planeada al detalle, queda aglutinada por las piezas que aman sus moradores”, decía Frank.
