Podría estar meses colgando imágenes de uno de mis favoritos: Piero Fornasetti. Fue pintor, escultor, decorador de interiores, grabador de libros, tuvo originales ideas que se plasmaron en alrededor de 11.000 productos pero en una de ellas encontró la inspiración suficiente para infinitas variaciones. Lo que lo inspiró fue la imagen de una mujer, Lina Cavalieri, una cantante de ópera, la donna piu bella del mondo. Fornasetti descubrió su foto en una publicación francesa del siglo XIX. Quedó eclipsado y convirtió el rostro de la soprano en ícono de su obra reinventándolo en más de 350 platos que denomínó “Tema e Variazioni”.
Más de una vez le preguntaron a Fornasetti ¿por qué? El sólo respondía, "no lo sé, un día comencé y nunca más paré". Su universo gráfico, basado en la explosión de la textura de los grabados antiguos, fue exquisito, divertido, reconocible ocupe el lugar que ocupe. Ese legado, hoy custodiado por su hijo Barnaba, permanece vigente en los mohines de su musa.
