Septiembre-octubre es calendario de FOA, la exposición que hace que cuando llegás a tu casa quieras dar vuelta hasta las macetas. El sur de la ciudad volvió a ser elegido, esta vez en un predio de carácter fabril que, creo, favoreció muchísimo para proyectar con más despliegue de m2 no sólo en los espacios de los arquitectos y decoradores sino también para otras iniciativas que forman parte de la muestra y le agregan valor al recorrido.
Como siempre, muuuuucho para ver, tanto que bien valdría más de una visita (detalle: ¿por qué siempre me pierdo?). De mi primer paso por allí, me gustó muchísimo la planta baja con su propuesta de Artes y oficios invitando a revalorizar el trabajo artesanal. Los jabones de Sabater y el luthier son encantamiento puro. También hay locales con objetos de diseño (muero x los cuadernos de L&R handcraft • lindísimo también Tramando • en Costado no sabés qué mirar primero) instalados en cajas vidriadas o intervenidas por artistas. En el primer piso siguen las sorpresas y los suspiros... la luz natural en grandes ventanales aparece casi todo el tiempo aportando clima propio. Siempre me quedo admirada de la audacia de las paredes y combinaciones que, en tu casa y con el pintor mirándote con cara de decidite, dudarías. Y pueden no creerme pero me pasó algo extraño... aparte de ver, usé el olfato como nunca, en cada lugar que entraba había una fragancia diferente, todas frescas, especialmente en Spa dejé mi nariz en tránsito, hipnotizada oliendo limones. FOA es eso, una experiencia sensorial, imposible perdérsela por eso antes del 14 de octubre voy a volver por más.
